- Las cantoras populares juegan un rol importante dentro del folclor, puesto que ellas se encargan de rescatar parte de las tradiciones chilenas, al mismo tiempo que ellas son parte de las mismas. Una de ellas es Rosalba Navarrete, cantora, radiodifusora, gestora y consejera de las artes y el patrimonio, entre otros, aquí habla sobre su percepción e historia, tan fuertemente ligada a la música tradicional chilena.
¿Cuál es su visión sobre el folclor y sus cantoras?
Para mí es importantísimo, porque, por ejemplo, las cantoras más antiguas son quienes nos transmiten estas canciones que hoy nosotras podemos plasmarlas en la radio o en un disco. Ellas son el pilar fundamental del folclor, porque las cantoras fueron las primeras en nacer en los campos y entretener a las familias e invitados en las trillas y celebraciones de los santos, por ejemplo.
Los papás en ese tiempo se ponían orgullosos cuando sus hijos cantaban, pero yo tenía una tía, Rosalba, que cantaba muy lindo, según me decía mi mamá, pero a esta tía no le gustaba cantar frente a otras personas, así que un día pidió quedar disfónica. Parece que Dios la escuchó, porque le dio un resfrío terrible que le cambió la voz y no pudo volver a cantar. Y luego a mí me llamaron Rosalba, por mi tía.
En ese tiempo se cantaba en todas las fiestas, en las trillas, los santos, muertes de chancho, la cruz del trigo el 4 de octubre. Por ejemplo, para esta celebración, se ponía la cruz, se cantaba y bailaba para pedir una buena cosecha y la primera copa de vino, era para el trigo. Pero de un tiempo a esta parte, las cantoras se han ido perdiendo.
¿Cómo fueron sus inicios?
Yo comencé a cantar a los 8 años, en la escuela 68 de parralito, que ahora se llama José Miguel Carrera. La primera canción que canté, fue, Si Somos Americanos; y la segunda, Si Vas Para Chile. Y como en ese tiempo yo no tocaba guitarra, me acompañaba el profesor Sergio Rojas, de Los Ángeles Negros. Cada año se hacían veladas artísticas y todos los niños participaban. Yo habría y cerraba la velada. Esos fueron mis inicios.
¿Pasaron los años y cómo siguió en este mundo de la música chilena?
Después me fui a estudiar al Liceo Politécnico, pero ahí estuve en el coro, porque no había conjunto folclórico. Hasta que salí del colegio y me integré al grupo Dhuatao, ahí me ‘tocó el bichito’ de seguir cantando y cultivar el folclor, además que mi mamá también era cantora y me entregó 12 canciones, que están insertas en algunas producciones que he realizado.
De ahí seguí en otras agrupaciones y comencé a participar en programas radiales. Estuve en Realidad Campesina, de Radio Prat. Colaboraba con Domingo Garrido, quien una vez me vio cantar y me invitó. Fui a la gente le gustó y como en ese tiempo había muy pocos teléfonos y cero celulares, enviaban cartas, ¡cientos! Ahí quienes escuchaban el programa pedían sus canciones.
Más tarde me fui a Radio Cultural, con un programa propio, Raíces y Tradiciones, igual que el conjunto que fundé en junio de 1998 y seguimos tocando. Además canto con mi sobrina. Tenemos muchas presentaciones y ya nos estamos preparando para las Fiestas Patrias. También fui monitora desde el 2007 al 2012, del conjunto Trigal, del Hospital de San Carlos, donde participamos con varias proyecciones folclóricas.
Con Trigal, ustedes ganaron a nivel nacional con una historia muy personal ¿De qué trataba?
En esa ocasión fuimos los mejor evaluados de todo Chile, con El Velorio de Huguito, que es mi historia, de mi familia, de mi mamá. A ella se le murió una guagüita de menos de 8 años y cuando eso ocurría, al niño se le declaraba angelito. A ellos no se les debe llorar, para que se vayan al cielo y puedan interceder por su familia. Cuando mi mamá estaba hospitalizada, hice todo ese trabajo de investigación con ella y realizamos esta proyección.
¿En sus canciones, de qué habla, qué historias podemos encontrar?
Las canciones que interpretamos y que nos han entregado las cantoras más antiguas, en general de habla del desamor, de que el negro me dejó, de que me enamoró con sus ojos verdes y su cara picarona, y después se fue y me dejó con los chiquillitos.
Ya sean habaneras, porque las habaneras también es un estilo folclórico de nuestro país… corretiados, tonadas trinada, con estribillo, de coleo… en cada una de ellas se habla del desamor. También están los villancicos en diciembre, las canciones de alabanza a Dios y a los angelitos. Como decía, a los angelitos no se les lloraba, pero sí se les cantaba y bailaba cueca, pero era una cueca lastimera y balseada, como arrastrando el pañuelo, sin levantarlo y tampoco sin zapateo.
¿Cuál es el presente de Rosalba Navarrete en torno al folclor?
Sigo con mi programa en Radio Ocarina, Mediodía con Chile, que iniciamos en 2004 y con el conjunto folclórico. Realizamos presentaciones en nuestra comuna y región, al mismo tiempo que somos invitados a diferentes fiestas de nuestro país y mientras postulamos a proyectos para cultivar la música chilena y traer a folcloristas reconocidos en Chile.
Creo que las cantoras populares deben ser valoradas por todo lo que han hecho y siguen haciendo. Entre comillas aún habemos cantoras jóvenes, hay otras mayores que nos nutren con temas que sin ellas estarían perdidos. Tenemos que valorarlas y no solo con entregarles unas luquitas para que cante, ellas tienen que tener una jubilación igual que cuando tú te jubilas y el Estado te da una pensión miserable, aunque sea miserable, a ellas les va a seguir igual. En eso también estamos luchando desde el Consejo de las Artes y el Patrimonio, han pasado diferentes gobiernos y aún no podemos avanzar.
Debe primar valorar a la cantora, para que ellas digan, lo que yo hice para fomentar y cultivar la música tradicional chilena, hoy me lo están agradeciendo de algún modo. En esos tiempos, antes, no se les pagaba, y ¿quién abastecía por las cuerdas? Antes las cuerdas eran todas metálicas, mi mamá decía que había cantoras que pedían 2 vasitos de aguardiente, uno para afinar la garganta y el otro para las manos, porque los dedos les quedaban destrozados, ‘les coloreaba los dedos’, sangraban, contaba mi mamá. Por eso se debería valorar su trabajo, buscar a las más antiguas y darles una pensión.
Por otra parte, visito a cantoras de diferentes lugares, quienes me comparten sus canciones y en 2015 pude plasmarlas en una producción del Fondo de la Música, que es un homenaje para ellas, por las letras que me entregaron y nosotros las acompañamos con arreglos musicales y mi voz. Y seguimos trabajando en su rescate. Pese a todos nuestros esfuerzos, aún es poco, y por eso debemos inculcar a los jóvenes a que valoren y respeten nuestras tradiciones.

