“Una Segunda oportunidad” Cuento ganador de la categoría Segundo ciclo de la 14° versión del concurso de cuentos José A. Gutiérrez Contreras.
Autor: Pablo Rivera Sepúlveda de 5°A Escuela General Sofanor Parra Hermosilla
Una segunda oportunidad
Vivir rodeado de amor y tener una familia unida, es lo más maravilloso que puede tener un niño, que al dormir se sienta protegido y que su despertar sea aun más seguro.
Lamentablemente no todos mis amigos pueden tener un desayuno, ropa limpia y un lugar que sea su espacio. Me pone triste pensar que cosas tan necesarias, como tener apoyo, que alguien te ayude en las tareas, un consejo que te guiara el resto de la vida, no sean posibles en algunos hogares. Más de alguna vez me queje de tener padres que imponían reglas todo el tiempo, donde llegaba a llorar por eso y a veces por nada. Mi mamá siempre me dijo que uno llora cuando tiene pena, cuando está enfermo, cuando ha perdido un ser querido, o porque te duela algo. ¿Tienes deudas decía? y que podía responder yo, nada de eso, solo porque andar jugando en la calle me parecía divertido , tal vez no es malo, pero tanta calle nada bueno te enseñara a la larga.
Los valores te marcaran toda la vida, y aunque suenen pasado de moda los gritos de mi mamá, los tengo grabados en mi mente: ¡no te estires en la mesa!, ¡no hables con la boca llena! ¡No te llenes la boca con comida! ¡No te levantes de la mesa sin pedir permiso!, se un caballero donde quiera que estés, y tantas frases que ella tiene que hasta me cae pesada (a veces) aunque después me arrepienta de lo que pienso y siento, porque ni por decirlo en voz alta jajajaja. Muchas veces me he disculpado por no hablarle y estar amurrado algunas horas. Yo amo muchísimo a mi mamá y siempre he dicho que nosotros dos, no necesitamos hablar para entendernos, pasamos mucho tiempo juntos y vamos a todas partes los dos, escuchando música de los 80, así tal cual.
En unos de esos viajes que siempre nos gusta hacer, íbamos a Flor de Quihua a ver a mi tía y primos por la ruta N -31, el 7 de diciembre del 2019, donde en una subida empinada, el auto en el que viajábamos con mamá, perdió estabilidad por tanta piedra suelta y el auto se descontroló completamente, cayendo por un barranco. Yo viajaba atrás con mi cinturón puesto y me quede mudo, sin movimiento, al ver como caíamos por ese barranco, pensé que sería la última vez que vería a mi mamá, ella repetía una y otra vez: ¡Ay Dios mío, Ay Dios mío! Todo paso tan rápido que puedo contar y afirmar que nos vimos volando por el aire. Pensé que ese sería el último día de ambos.
Después de volar por el aire cuesta abajo, como a unos 30 km/h el auto se detuvo y paro su descenso en una parte blanda y plana, como una pluma de suave, sin causarnos ningún daño. Solo la mano de amor y misericordia de Dios, es lo único que a mí me explica lo sucedido. El motor quedo andando, mi mamá lo primero que hizo fue apagar el motor, estábamos de costado con los vidrios cerrados y sin manera de salir. Mi mamá encendió el motor y bajo los vidrios para poder salir del auto. Ella me pregunto ¿hijo estas bien?, ella salió como pudo y luego me saco a mí, nos abrazamos tan fuerte que nunca olvidare ese calor que me produjo su amor infinito. Me dejo a salvo y volvió a entrar al auto para tomar el teléfono y pedir ayuda. Todo parecía dado, porque señal para allá es difícil, pero el teléfono tenía dos rayitas y pudo llamar a mi hermana mayor y ella pensaba que era una broma de muy mal gusto, pregunto como estábamos porque aun no creía, salimos del auto con dificultad y había mucha zarza, quedamos con algunas espinas en las piernas y manos, embarrados en la humedad, pero solo eso, estábamos vivos y a salvo en medio del barranco, rodeado de árboles y zarza pero bien.
Como a la media hora se sintió la sirena de bomberos de Cachapoal, llegaron ellos, los carabineros, la ambulancia y mi papá, además de mucha gente que llego a mirar y entre ellos toda nuestra familia a quienes íbamos a visitar, ellos desesperados y con muchas interrogantes porque no se veía nada al fondo. Ingresaron los bomberos cortando arboles y zarza, para llegar a nuestro rescate; no podían creer que estuviéramos vivos y sin ningún daño después de ese accidente. Nos sacaron al camino donde nos revisaron y nos llevaron a urgencia donde mi hermana estaba en su práctica, allá todos ya sabían que llegaría, porque ella había avisado lo sucedido ya que por una radio que tienen, habían escuchado por radiofrecuencia de bomberos de un volcamiento en la ruta de Cachapoal. Mi hermana mayor llamo a la que estaba en urgencias y le conto sobre el accidente de nosotros y ahí todo le calzo. Ella dijo que fue la espera más larga que ha tenido, se imaginaba lo peor, ya que por ese accidente muchos no salen vivos o quedan con graves daños. Al llegar ella nos esperaba en la entrada y nos abrazo tan fuerte que nos pusimos a llorar, ya que el ver a su hermano o su mamá grave era lo más terrible de enfrentar. Ahí estaba todo preparado para recibir heridos y llegamos caminando como si viniéramos de una caminata cualquiera, todos embarrados, chascones y asustados, solo eso; el médico cirujano de turno le pregunto a mi mama donde estaban los heridos porque fue un accidente grave, y escuche que decía ¿son ustedes los que tuvieron el accidente? ¡Así era!, nosotros dando testimonio a todos del amor y la misericordia de Dios, por estar vivos y sin nada grave que lamentar.
Nos constataron lesiones y para la casa, lo que seguía era ir a sacar el auto y ver como estaba todo eso, la familia quedo cuidando todo en el lugar, porque nadie cuida lo ajeno, llegaron a ofrecer todo tipo de servicios, como es natural en esos momentos, pero mi mamá lo tenía asegurado entonces había que esperar el rescate de la grúa del seguro, sacar fotos de todos lados y tener respaldo de lo ocurrido para el seguro del auto y terceros si fuese necesario. Cuando llego la grúa el chofer no podía creer con sus años de experiencia que saliéramos vivos después de eso y sin consecuencia ninguna .El haciéndose cargo de sus palabras le dijo a mi mamá que tenia años trabajando en rescate y que nunca había visto algo semejante y que se atrevía a decirle que era definitivamente un milagro y que lo que nos quedara de vida debíamos estar agradecidos de DIOS, porque un accidente así, nadie sale vivo. Mi mamá lloraba mucho porque ella decía que no era merecedora de tan grande amor de Dios y su misericordia ,pero yo creo que solo Dios sabe por qué y para que te deja vivir y solo él conoce como es tu corazón realmente.
Pero nada paro ahí, y lo siguiente era sacar el auto, llegó gente a ayudar de todos lados, con camionetas 4×4, cintas de remolque, palas, chuzos, agua y comida para los que se quedaron cuidando y ayudando. La gente fue tan solidaria y me di cuenta que en Flor de Quihua donde se crió mi mamá la quieren mucho y ahí estaba esa gente ayudando, entendí entonces porque ella es así como es, buena persona, hasta con quien no se lo merece. Y así después de escuchar tantas formas de sacarlo, la experiencia y voluntad del chofer de grúa, con la ayuda de Dios y de mucha gente lograron sacar el vehículo, y grande fue la sorpresa para todos que el auto no tenía ningún rayón, ningún vidrio quebrado, ni un foco, nada. El señor de la grúa no lo podía creer lo que estaba viendo ni la gente que estaba ahí. Se lo llevo el seguro y a los días estaba de vuelta como nuevo, como si nada hubiera pasado. Yo creo que tenemos un ángel que nos cuida y que Dios nos ama inmensamente y que alguna misión grande hay para nosotros en esta vida nueva.
Fue una experiencia muy fuerte, pero que nos fortaleció como familia y como madre e hijo, con un lazo y una conexión inexplicable donde puedo decir que ella está para mí y yo para ella. Y a pesar de lo fuerte que fue este episodio en mi vida, seguimos viajando juntos a todas partes, solo que nunca más hemos vuelto a subir por ahí, solo bajamos cuando venimos de regreso. Somos sobrevivientes de ese lugar donde otros no han tenido la misma suerte de tener…. UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD.
Pablo Rivera Sepúlveda 5 año A